Nazari
El origen del flamenco puede ser mañana. El origen nace cuando se dice algo de verdad.
En estos tiempos extraños de desorientación estética en los que la ocurrencia y la banalidad campan a sus anchas, estas palabras de Enrique Morente iluminan los elementos primordiales sobre los que construir, no solo el arte flamenco, sino el Arte en general. Morente conocía la naturaleza sagrada e intemporal del arte y por eso localizó su origen en una suerte de eterno retorno —el «hoy es siempre todavía» machadiano— que sucede cuando su «decir» contiene verdad; o cuando el mensaje impecablemente transmitido por el artista contiene valores objetivos y espirituales que apelan a la inteligencia y a la tradición.
No es por tanto casual que Antonio el Turry reivindique el legado morentiano como estandarte de su personal y única andadura artística. Más allá del paisanaje y del granadinismo compartido, Antonio pone sus prodigiosos medios vocales, su vasto conocimiento del flamenco, su exquisita intuición musical y su inusual inteligencia artística al servicio del Arte como exteriorización de la belleza y como una actividad que depende de un conocimiento que lo excede y lo ordena. Del linaje, flamencura, sabiduría y facultades de Antonio, yo mismo he sido testigo privilegiado en momentos mágicos vividos en el escenario. Pero guardo un especial recuerdo de él Alegro-Soleá de Robledo y Morente que aquí se presenta; aquella noche en el Auditorio Manuel de Falla de Granada, el Turry logró estremecer a un público poseído por una emoción genuina. Su fervor colectivo se expresó unánimemente con un inmenso rugido que hizo tambalear los muros de la sala. Porque nada hay más original que la Verdad, y nada más conmovedor que asistir a su nacimiento en forma de Arte.
Juan Carlos Garvayo